Bolivar Hernandez*
La bicicleta, este magnífico medio de transporte ecológico apenas tiene 144 años de existencia. Y ha sufrido grandes transformaciones estructurales como son las bicicletas eléctricas.
El inventor de la bicicleta fue un alemán cuyo nombre olvidarán de inmediato, se llamó Karl Freiherr von Drais. Su invento fue en 1817.
Muchos años después vinieron otros inventos importantes: la llanta de hule o caucho, y los pedales conectados a la rueda trasera.
Al principio la bicicleta tenía que ser impulsada con los dos pies en tierra. No existían aún los pedales y la tracción mecánica.
A lo largo de más de un siglo de su invención
La bicicleta fue evolucionando siempre sobre dos ruedas, simétricas o asimétricas. En París, a principios del siglo XX, habían bicicletas de dos ruedas, la delantera gigantesca y la trasera diminuta. Y con pedales y tracción con la llanta trasera.
Por curiosidad investigué el motivo de la aparición de un invento de un medio de locomoción como lo fue la bicicleta. Hay pocos datos que explican su nacimiento.
Los caballos
Como es bien sabido los caballos han sido por siglos el medio de transporte por excelencia en Europa y Asia. De hecho el término Caballero, era un título de la clase acomodada, ya que los siervos, o el pueblo no tenían derecho a poseer caballos.
Los equinos fueron un arma en todos los ejércitos para cualquier conflicto bélico, las famosas caballerías. Pero con tantas guerras en Europa durante el siglo XVIII, me aventuro a lanzar la hipótesis de que los caballos se redujeron por causa de los combates de los ejércitos.
Y al no haber suficiente número de caballos para el transporte de carga y de individuos, surgió el invento de la bicicleta para suplir a los caballos.
Eso deduzco yo, y seguiré investigando sobre ese tema.
Mi primera bicicleta
Cuando cumplí 8 años, en 1952, y vivía en Guatemala City, mi padre que era ciclista me obsequió una preciosa bicicleta nueva.
Y él, pacientemente me enseñó a montarla y a guardar el equilibrio. Yo era un niño torpe, lo acepto. Me caí infinidad de ocasiones, me raspé las rodillas y volvía a intentarlo, hasta que adquirí el dominio absoluto sobre ella.
Han transcurrido 69 años desde entonces y yo sigo rodando por la vida con mi bicicleta.
Solo dos años dejé la bicicleta por prescripción médica, de 2008 a 2010, debido a mi convalecencia de un cáncer terrible. Y luego la retomé en contra de la opinión de los urólogos y oncólogos, de turno.
En esos años de principio del siglo XXI
Era director de la carrera de psicología en la Universidad de Londres, en el Campus de Querétaro, México, y era el único director que andaba en bici. Los otros directores en sus autos, muy orondos.
Me criticaban a mis espaldas , y murmuraban sobre mis excentricidades. No me importa la opinión de los demás, yo tengo buena opinión sobre mi y mis actos extravagantes.
Ignoro cuántas bicicletas he tenido en mi larga existencia, creo que son más de 12 bicicletas, sencillas y duraderas.
Cuando el terremoto que rompió entera la Ciudad de México en 1985, yo salí en la bicicleta a recorrer las áreas devastadas, y como reportero y articulista del periódico La Jornada, escribí las crónicas del desastre.
Entre varias mudanzas de ciudad o de país he tenido que deshacerme de mis bicicletas obligadamente. También los divorcios han entrañado pérdidas de mis queridas bicicletas. Junto a la obtención de mi libertad anhelada, también pude recobrar las bicicletas más adelante.
Mis años vividos en la Ciudad de México siempre me han permitido movilizarme en bicicleta.
He tenido varios accidentes más o menos serios
En ciertas ocasiones los automovilistas en forma deliberada me han embestido. Y lo peor me ocurrió en un eje vial, el Eje 5, con un carril reversible para la circulación del trolebús.
Ese armatoste me atropelló con todo y la bicicleta, lanzándome por los aires. Estuve tendido en el pavimento hasta la llegada de la ambulancia una media hora, y los paramédicos me revisaron a fondo y no tenía ninguna lesión seria, solo raspones y mis jeans rotos y hecho jirones como si fuera falda hawaiana. Afortunadamente, al trolebús no le pasó nada.
Procuro ir en sentido contrario por calles y avenidas para ver de frente a los agresivos automovilistas. Tampoco uso casco protector, ni rodilleras ni coderas.
Los domingos en la Ciudad de México realizo largas y extensas rodadas hasta de 50 kilómetros. Voy acompañado de unos 35 o 40 mil ciclistas domingueros. Disfruto mucho ese paseo dominical.
En la Ciudad de Guatemala
Existe un paseo que se denomina : Pasos y Pedales, un trayecto muy reducido de unos pocos kilómetros de longitud, en el cual la gente rica de la ciudad lo ha convertido en un paseo para perros finísimos, que desfilan por ahí de la mano de sus amos.
Ellos caminan presumiendo a sus caras mascotas. Ciclistas hay muy pocos, y no van a rodar por ahí.
En la finca donde vivo actualmente hay un bulevar de unos dos kilómetros en forma de circuito para automóviles, y yo voy a rodar todos los días, sábados y domingos incluidos, hasta completar 10 kilómetros. No soy el único ciclista en la finca, hay otros, pero son ellos ciclistas dominicales exclusivamente.
Soy un llanero solitario en todo, eso incluye el ciclismo también. No necesito compañía alguna para rodar a la hora que yo quiera e ir por donde se me de la gana.
La locura panamericana
En el año del 2018, mi hija La Tata y mi nieto El Toti (10 años), decidieron emprender un viaje en bicicletas desde México hasta el fin del mundo, en la Patagonia argentina.
La aventura culminó en Usuahia, Argentina. Después de recorrer casi 14 mil kilómetros y emplear casi dos años en el trayecto.
La idea original de mi hija era recorrer Sudamérica en dos sentidos.
En la ida: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentino.
En el regreso: Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Venezuela.
El retorno no se hizo así, ya que volaron de Buenos Aires a la Ciudad de México. El cansancio y la falta de recursos económicos impidieron realizar ese sueño panamericano.
La página de mi hija en Facebook es: Hopetrip. Si quieres saber detalles de sus aventuras en bicicleta.
Uno podría pensar que en mi familia esa pasión por la bicicleta ya la tenemos incluida en el ADN. De mis cinco hermanos solamente yo ando en bici, y de mis cuatro hijos solo la Tata heredó el placer por ese deporte sensacional.
Para finalizar les contaré que todas mis bicicletas tienen nombre propio: Clarita, Soledad y Esperanza, las últimas ellas.
No me interesan lograr ningún récords Guinness, pero llegaré montado en mi bici hasta los 90 años.
*La Vaca Filósofa


