Hasta para los acérrimos propagandistas del catastrofismo climático, salta a la vista que el resultado de la conferencia COP30 realizada en la ciudad amazónica de Belén, Brasil, puede ser descrito en dos palabras, un vejamen amazónico, el peso lo carga el gobierno del presidente Lula da Silva, que apostó lo que le resta de prestigio para intentar materializar la quimera de un Brasil potencia Verde.
Lorenzo Carrasco*
Sin mencionar los múltiples problemas de infraestructura para albergar a los miles de participantes, el mayor descalabro para el país organizador, Brasil, fue el haber sido obligado a contrariar su propuesta para establecer el denominado “mapa del camino” que conduciría a eliminar los combustibles fósiles.
Presionada por las grandes potencias petroleras y por los grandes consumidores de hidrocarburos –Rusia, Arabia Saudita, China, India, etc.- la presidencia de la COP retiro de la declaración final toda mención al tema provocando las predecibles reacciones furibundas de los cabilderos internacionales de la descarbonización.
De inmediato, Colombia y Holanda reunieron a un grupo de 30 países para anunciar la realización de una Conferencia Internacional para la Eliminación Progresiva de Combustibles Fósiles, en Colombia, en abril de 2026.
Tampoco la deforestación
Otro caballito de batalla del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y de su ministra del Medio Ambiente, Marina Silva, tuvo el privilegio de ganar su respectivo “mapa del camino”, no obstante que el gobierno haga hecho lo imposible para vender la ilusión de la “deforestación cero” para el 2030.
Para enjuagar sus lágrimas, el presidente de la COP, el embajador André Corrêa del Lago, prometió que Brasil presentará un “mapa” propio para los dos asuntos.
Carolina Pasquali, directora ejecutiva del famoso y bien financiado grupo Greenpace, afirmó que el texto de la pomposa Conferencia es prácticamente inútil. Marcio Astrino, coordinador general del Observatorio del Clima prefirió apuntar el dedo sentenciando que la conferencia dejo claras las diferencias entre los que quieren salvar el mundo y los que quieren salvar el sistema.
El otro fiasco fue la ausencia de cualquier definición en cuanto al financiamiento climático, el anzuelo lanzado a los países en desarrollo de que los países industrializados les enviarían montañas de dinero a fondo perdido para financiar la alucinante transición energética justa.
El documento final se limita a dar acuse de recibo
De que se hacen “esfuerzos” para triplicar el financiamiento para la adaptación climática hasta 2035, pero sin ningún compromiso formal en cuanto al origen de valor y su monto.
Igualmente quedo bailando la viabilidad del Fondo de Bosques Tropicales para Siempre, niña de los ojos del gobierno de Lula da Silva &cia., que calculaba atraer por lo menos 10 mil millones de dólares de compromisos firmes en la reunión de Belén.
Finalmente, incluso con el retroceso de Alemania que había decidido no participar, no se llegó ni a 7 mil millones de dólares, la mayor parte condicionada a alcanzar la meta original en los próximos meses, lo que todavía está por verse.
Para el Brasil del presidente Luiz Inácio Lula da Silva el desenlace fue pifio, teniendo en cuenta que él ha hecho de todo para congratularse con la crema y nata del poder mundial y así ganar el título de líder del ambientalismo global.
Hasta el momento, redujo todas sus fichas en política externa al programa ambientalista maltusiano, sacrificando así las mejores posibilidades reales para frenar la desindustrialización que el país enfrenta en todas las áreas de desarrollo, desde el industrial, agro industrial hasta la infraestructura.
La ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, consentida por la casa Real Británica gracias a sus desvaríos ambientalistas, a pesar de ser aplaudida de pie en la sesión final de Belén, llena de melancolía admitió, “Soñábamos con mas resultados”.
