Bolivar Hernandez*
Después de más de un año de no pisar las banquetas de la Condesa, y disfrutar del Parque México, decidí incursionar en este bello barrio bohemio de la Ciudad de México, donde viví muchos años.
Camino por la calle Michoacán, desde Insurgentes hasta Tamaulipas, y observo la desaparición de muchos negocios y la apertura de nuevos y sofisticados restaurantes de lujo.
Llegué con el antojo de comer unos tamales verdes y un champurrado de chocolate, y los encontré en el mismo sitio donde se halla don Richard, desde hace treinta años. Me encamino al restaurante El Toscano del Mercado de la Condesa, y está semi vacío.
Me siento en la terraza con vista a un mini parque. Veo el nuevo menú y todo es caro. Como estoy de turista acepto todo esto sin chistar.
Me voy encontrando a muchos rostros envejecidos de mis conocidos de antaño, unos pocos me reconocen y la mayoría no, y eso que no traigo puesta la mascarilla obligatoria en esta ciudad.
Mis conocidos y amigos todos traen cubrebocas
Y aún así los reconozco. Los saludo con afecto y converso con ellos brevemente, a pie de la banqueta. Me cruzo con otros personajes del barrio y los evito saludar y me pongo el cubrebocas. Son personas tóxicas, muy dañados por las drogas y el alcohol, no tengo deseos de saber sus desgracias.
Añoro este barrio, aquí fui feliz cuando mis hijos eran unos niños. Fui un personaje muy conocido gracias a mi labor como psicoanalista. Y también por ser un cliente frecuente del café el Toscano, donde tenía reservada la mesa número 7.
Saludo con cariño al maestro peluquero, al señor del puesto del periódico, a los verduleros del mercado, y a las meseras de los cafés que frecuentaba.
No creo volver de nuevo hasta el próximo año, ya fue suficiente experiencia esta de regresar al pasado. Estas calles donde antes trotaba o las recorría en la bicicleta, ahora me ven caminar con dificultad y con lentitud.
Me hice un hombre mayor, sin duda, con energía y una buena actitud frente a la vida, pero el peso de la historia sobre mis hombros, es considerable.
*La vaca filósofa.