febrero 19, 2025

El futbol, el pingüe negocio del siglo XX y XXI; Brasil, el del juego bonito y el futbol fantástico de Pelé

El futbol, el pingüe negocio del siglo XX y XXI; Brasil, el del juego bonito y el futbol fantástico de Pelé

El futbol, ese deporte mundial de masas que mueve montañas de dólares, es el gran negocio del Siglo XX y XIX.
Como es buen sabido, el llamado Deporte del Hombre se inventó en Inglaterra, en el siglo XIX, 1863.
Tiene 158 años de vida y su alcance es planetario como ningún otro deporte de masas.
Jugué futbol desde niño
En mi más tierna infancia en Guatemala, en la escuela y en la calle, siempre había niños dispuestos a disputar un balón. Los balones de futbol de mi niñez eran hechos con calcetines o trapos, y luego aparecieron las pelotas de tripas de cerdo, muy livianas y frágiles y baratas.
Los balones de cuero eran muy caros para comprarlos siendo niños. Eran pelotas pesadas, infladas al máximo, y cuando golpeaban el rostro o el cuerpo producían unos enormes moretones y bastante dolor.
Esa experiencia de jugar con balones de cuero se hizo posible muchos años después, cuando yo era un adolescente.
El futbol callejero tenía cierta magia y encanto. Un niño era el dueño de la pelota y el juego terminaba cuando ese chico se iba con su balón bajo el brazo.
Se jugaba sin uniformes, o zapatos adecuados, y los niños gastábamos los zapatos de la escuela con bastante frecuencia.
Las reglas del futbol callejero tenía sus peculiaridades
Las porterías eran dos piedras en el suelo, los jugadores podrían ser 5,6, 7, 8 niños por bando. Los capitanes escogían a los mejores, según ellos. No había tiempo estipulado para cada partido, se acababa a discreción o por goleadas.
Lo típico, el niño gordo era el portero, los niños altos era defensas aunque fueran torpes, los delanteros era los más ágiles y virtuosos.
Había la muerte súbita, que era cuando se anotaba el último gol, el último gana.
Para ser sincero fui muy mal futbolista desde mi infancia, era torpe, flaquito, y miope. Pero me divertía mucho, les gritaba bastante y fuerte, para animar a mis compañeros de equipo.
Cuando tenia 13 años y vivía en Cuilapa, el pueblo de mi padre, solo jugaba futbol en la escuela, y luego me iba al campo de futbol llamado El Reducto, que era un campo lejos del centro del pueblo, para mirar a mis primos jugar con sus equipos formales, ¡los admiraba mucho!
Durante el exilio en México
Sólo jugué futbol en la escuela. Y repito, era muy malo, me ponían de portero sin ser el gordo del equipo.
Durante la secundaria dejé de jugar futbol y me dediqué a asistir al estadio Mario Camposeco de Quetzaltenango, para ver al equipo local El Xelaju, F.C., que tenía buenos jugadores mexicanos.
El futbol es mi pasión, pero nunca he sido fanáticamente hincha de nadie.
En la escuela normal donde estudié para maestro era obligado participar en los deportes colectivos, futbol y básquetbol. En ambos deportes fui malísimo. Mi delgadez extrema me impedía entrar en jugadas de choque con los adversarios.
En esa época tuve mi primer par de zapatos de futbol, con tacos de cuero. Me sentía dichoso con esos zapatos.
Los equipos deportivos de la normal de maestros eran muy pobres, igual que sus estudiantes. Nuestros uniformes era modestos, camisetas blancas de algodón teñidas con anilinas, un short y calcetines en lugar de medias.
Cuando era estudiante universitario, en México, me convertí en un asiduo asistentes a los estadios de futbol: El Azteca y el Estadio Universitario de CU.
Por razones sentimentales y políticas le iba al Guadalajara, que era la tierra de mi madre que era tapatía. Además las Chivas del Guadalajara era un equipo popular e integrado solo por mexicanos.
Durante mi vida universitaria
Mudé de equipo de mis preferencias y ahora le iba a Los Pumas de la UNAM.
Asistía todos los domingos al estadio Universitario con un grupo de amigos, quienes disfrutaban más de las cervezas que del juego de futbol. Esos amigos inventaron El repechaje, lo que significaba que terminado el partido ellos se quedaban dentro del estadio bebiendo cada uno de ellos una caja de 24 cervezas.
Siendo abstemio procuraba retirarme en cuanto el árbitro pitaba el final del partido.
Gracias a que fui maestro de la UNAM por varios años, tuve derecho a inscribir a mi hijo Bolivar en Pumitas, un privilegio soñado por miles de niños mexicanos. Lo llevé varios años a los entrenamientos de los pumitas, que era un sacrificio total para mi, pero apoyaba a mi hijo que deseaba cumplir mi sueño de ser jugador profesional.
Boli jr. era un niño muy alto y siempre lo ponía el entrenador como portero y él quería ser delantero, por eso él, intencionalmente, se dejaba meter todos los goles del mundo.
Desde los años 80 del siglo pasado que estuve en España
Decidí seguir al Barcelona hasta la fecha, y ya son más de 40 años de ser seguidor del Barça.
Actualmente solo asisto por televisión a los partidos de futbol de Europa, ya por muchos años dejé de presenciar juegos locales en México y en Guatemala, por jugar un futbol primitivo.
No me pierdo nunca los Mundiales de futbol, porque son una exquisitez, una vez que salen eliminados los equipos débiles del mundo.
En los mundiales sólo tengo un país favorito: Brasil, el del juego bonito.
En los ochenta, Televisa la empresa mexicana, me realizó una larga entrevista en mi casa acerca del porqué había tantos jugadores extranjeros en el futbol mexicano.
Para esa ocasión Televisa envió a mi hogar para la entrevista al reportero estrella de entonces Alberto Lati, un alumno mío en la carrera de comunicación en la Universidad Iberoamericana de Santa Fe.
Tuvimos una extraordinaria entrevista de carácter sociológica acerca del futbol. Esa entrevista circuló profusamente por toda América Latina, con un alto rating de audiencia.
El futbol mexicano en ese entonces estaba plagado de jugadores brasileños, argentinos, uruguayos, paraguayos, peruanos, ecuatorianos y colombianos. Y había que explicar ese fenómeno sociológico de la invasión masiva de futbolistas sudamericanos.
Salvo la UNAM que propicia las fuerzas básicas desde muy abajo. Que invierte muchos recursos en formar jugadores de excelencia en La Cantera y que luego venden a los otros equipos.
El resto de los clubes de futbol mexicanos prefieren importar jugadores caros desde Sudamérica, en lugar de forjar sus propios jugadores, ya que eso lleva mucho tiempo y requiere invertir mucho dinero, también.
Entre los jugadores extranjeros hay categorías de calidad
Por eso sobresalen los brasileños entre el resto de los sudamericanos. El equipo brasileño del mundial 70 en México, contribuyó al mito de un futbol fantástico con Pelé al frente.
El futbol brasileño es picardía, habilidad para convertir dicho deporte en un juego bonito. Es espectáculo para las masas que asisten a los estadios o miran el futbol en la televisión. Esta afirmación es vigente, inclusive ahora, en el 2021.
La literatura mundial se ha ocupado del futbol de un modo literario o crítico.
Alguien de ellos dijo que ser popular como lo es el futbol no es un mérito, ya que la estupidez lo es también.
Soñé con ser un futbolista profesional sin tener condiciones ni aptitudes; era un sueño guajiro, que mi padre diluyó de inmediato.
Me dijo: Déjate de esas pendejadas y mejor ponte a estudiar. Quizá solo quería ser famoso, ¡iluso de mi!
*La Vaca Filósofa
Foto: Pexels/Pixabay/oscarwcastillo 

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