Sergio Uzeta M.
Los mexicanos confiamos en el Instituto Nacional Electoral (INE) porque ha sido el órgano público autónomo que, en la última década, ha brindado certeza a las elecciones y ha permitido la alternancia en el poder por la vía de las urnas.
A partir de la reforma electoral del 2014, el INE ha ido construyendo un sólido Sistema Electoral a nivel nacional, lo que le permite extender su influencia en los estados, a través de la colaboración que tiene con los 33 organismos públicos electorales locales, conocidos como OPLES.
Pero en el marco del proceso electoral 2023-2024, el INE se encuentra bajo acecho, debido a que se ha dado un cambio profundo en la dirección del Instituto. La llegada de Guadalupe Taddei Zavala, como consejera presidenta, ha permitido el inicio de un nuevo ciclo en ese organismo.
Su primer año ha estado lleno de sobresaltos que se dieron en el contexto de los preparativos del actual proceso electoral.
Los principales obstáculos a los que se enfrenta la maestra Taddei Zavala tienen que ver con el fin de la era de todo un grupo de servidores públicos que comenzaron desde el entonces IFE, del maestro José Woldenberg, y que buscaron arraigarse en las principales direcciones del Instituto, por lo menos en las más decisivas y con gran peso político. Ese grupo, si bien impulsó, decididamente el crecimiento del árbitro electoral, también le puso una camisa de fuerza para que esta ruta de desarrollo se diera conforme a su visión y sus intereses.
Ahora, con la llegada a las oficinas centrales y de toma de decisión, el INE de Guadalupe Taddei y su equipo más cercano, ha tenido que remar contra corriente para poder ir quitando los intereses creados que encontraron y que en nada ayudan al crecimiento de un Instituto sólido que ponga el interés de los mexicanos por encima de los interese particulares.
En este contexto, el INE se ha convertido en la víctima de su propio éxito
Y decimos esto porque, con el correr de los años, el servicio electoral del Instituto ha crecido en experiencia, poder e influencia y por ser uno de los pilares que sostiene el trabajo y prestigio del árbitro electoral.
Pues resulta que la propia consejera presidenta, Guadalupe Taddei, y varios de sus allegados vienen de ese servicio electoral, con años de experiencia y con gran conocimiento de la tarea electoral. Ese, ha sido su principal pecado, el llegar de las llamadas “fuerzas básicas” del INE, tras años ininterrumpidos de trabajo fortaleciendo al sistema electoral mexicano.
En ese contexto, resulta fácil el poder identificar al grupo que, todavía desde algunas áreas del propio INE, y también desde otras trincheras políticas, se empeñan en ponerle piedras en el camino a la nueva consejera presidenta y equipo cercano.
De manera irresponsable le apuestan al fracaso de esta nueva administración, sin pensar en el daño que le hacen a la confianza y credibilidad que los mexicanos le otorgamos al instituto Nacional Electoral que, pésele a quien le pese, sigue siendo un referente en México y el mundo.
Antes que cualquier interés particular o de grupo, los mexicanos debemos apostar por un INE fuerte y confiable, que nos ayude a refrendar el camino pacífico de las urnas. Una ruta que a todos conviene.