Bolivar Hernandez*
Mi padre me tenía ciertas consideraciones por ser su hijo mayor. Una manera de demostrarlo fue esa ocasión cuando me pagó un vuelo entre Quetzaltenango y la Ciudad capital de Guatemala. Quetzaltenango, Xelaju, que es la segunda ciudad en importancia del país, o lo era en el siglo pasado, ahora no lo sé a ciencia cierta.
En los años 60 del siglo XX , Aviateca que era línea aérea nacional, inauguró sus vuelos Guatemala-Quetzaltenango, un vuelo corto de unos 45 minutos, ya que la distancia es de apenas 200 kilómetros entre una urbe y la otra, y en automóvil son dos horas de trayecto.
Quetzaltenango tenía entonces un aeropuerto rústico con pista de tierra y suficiente longitud para este tipo de aviones que eran bimotores y para 20 pasajeros.
Esa pista aérea estaba situada en Los Llanos de La Esperanza
A unos cuantos kilómetros de la ciudad de Quetzaltenango. Yo tendría unos 18 años y el hecho de volar por vez primera, me embargaba una emoción. Además, fui despedido por toda mi familia, padres y hermanos, era un gran acontecimiento familiar.
Unos 45 minutos después, estábamos aterrizando en el famoso aeropuerto La Aurora, de la Ciudad capital de Guatemala.
Recuerdo que no había en ese vuelo azafatas, ni daban algo de beber o comer, un viaje modesto. Con este viaje di comienzo a una serie de largas travesías aéreas por el mundo, muchos años después.
Nunca he tenido miedo o pánico para volar en avión…
Pero siempre que estoy abordo me pregunto: ¿Cómo es posible que pueda volar este Jumbo, con estas dimensiones colosales?. No tengo respuestas científicas puntuales para mi inquietud.
He volado por encima de los océanos hasta por 15 horas sin escalas, y es francamente algo muy aburrido aún con las películas que muestran hasta la saciedad a los sufridos pasajeros.
Puedo decir que he viajado durante los últimos 60 años de mi vida, y observo el deterioro del servicio al viajero aéreo por parte de las aerolíneas, es indignante ahora.
Como funcionario público federal en México tuve que recorrer todo el país en aviones y helicópteros oficiales.
Y debo recordar a un par de funcionarios subalternos míos, que tenían fobias a los aviones, y por ello se emborrachaban como cosacos en cada comisión de trabajo en la que tenían que acompañarme, para soportar ir a tan altas alturas entre las nubes.
Posdata
Según algunos sondeos, uno de cada tres usuarios de los aviones tiene miedo a volar, lo que se conoce como aerofobia.
El miedo a volar está sustentada generalmente por la posibilidad de sufrir un accidente; un riesgo que es menor que en cualquier otro medio de transporte, especialmente el automóvil.