noviembre 04, 2025

México al borde: El eco del asesinato de Carlos Manzo

México al borde: El eco del asesinato de Carlos Manzo

Carlos Manzo cayó defendiendo el derecho más alto: El de su pueblo a vivir con justicia y dignidad. Su voz, silenciada por la violencia, será testimonio perpetuo de que el Estado que calla ante la injusticia, pierde su legitimidad.

José Alberto Sánchez Nava (Columnista)

1.- Carlos Manzo pidió ayuda.

La pidió con la voz de quien sabe que el peligro está cerca, de quien entiende que la violencia no respeta cargos ni investiduras. No la pidió para sí mismo, sino para su gente, para un municipio que, como muchos en México, vive sitiado por el miedo, por la ausencia de Estado, por un sistema que solo aparece para dar declaraciones, nunca para salvar vidas.

Hoy, Carlos Manzo —alcalde de Uruapan— está muerto. Y en su muerte hay un grito que retumba más fuerte que cualquier discurso: México ha perdido la capacidad de proteger a los suyos.

2.-El silencio del poder y el ruido del pueblo

Mientras el alcalde alzaba la voz para pedir seguridad, la presidenta aseguraba que “hay Estado de derecho”. La contradicción es brutal: mientras uno pedía auxilio, el otro presumía estabilidad. Esa brecha, esa distancia abismal entre el discurso oficial y la realidad del país, es hoy la grieta por donde se desangra la confianza de millones de mexicanos.

El asesinato de Manzo no es un hecho aislado; es un síntoma. Un espejo que nos obliga a mirar la descomposición institucional y la indiferencia que recorre los tres niveles de gobierno. Ni el Estado de Michoacán ni el gobierno federal actuaron con la prontitud ni la seriedad que ameritaba la situación. Lo dejaron solo, como tantos otros alcaldes que hoy viven con la zozobra de ser el siguiente nombre en una lista interminable de víctimas.

3.-El Estado de derecho que se desdibuja

Cuando un representante popular debe implorar protección y aun así termina asesinado, no hay Estado de derecho posible. Lo que hay es un simulacro: leyes que se recitan, instituciones que se aplauden, pero que en la práctica están capturadas por la corrupción, la impunidad y la complicidad con el crimen.

El Poder Judicial, que debería ser el último muro de contención frente al abuso, ha sido reducido a un actor político, cooptado, temeroso, selectivo en su justicia. No hay sentencia que devuelva la confianza, ni discurso que sane el agravio.

4.-La paciencia se agota

En las calles, la reacción es clara: La gente empieza a perder la calma. Las manifestaciones que crecen en Uruapan, Morelia, y otras regiones del país no son simples expresiones de enojo, son el reflejo de una sociedad al borde del colapso moral. Cuando el ciudadano deja de creer en la ley, busca justicia por su propia mano. Ese es el punto más peligroso al que puede llegar una nación. Y México, lamentablemente, ya está demasiado cerca de él.

La violencia no solo mata personas; asesina la esperanza. Y cuando la esperanza muere, la gente deja de votar, deja de confiar, deja de esperar. Se convierte en una multitud harta, dispuesta a todo, incluso a lo que antes habría considerado impensable.

5.-¿Qué nos toca exigir?

Frente a este escenario, la respuesta ciudadana no puede ser solo el lamento. Es momento de exigir, con inteligencia y con firmeza, un viraje de rumbo.

  1. Seguridad real, no estadística. Policías capacitados, con salarios dignos y supervisión independiente.
  2. Transparencia en las investigaciones: que la Fiscalía General de la República asuma su papel sin sesgos políticos.
  3. Autonomía judicial auténtica, no subordinada a los intereses del poder.
  4. Protección efectiva para alcaldes, periodistas y defensores sociales, los primeros blancos de la violencia.
  5. Política con ética, donde el valor de la vida humana esté por encima de cualquier cálculo electoral.

6.-La hora de la verdad

El asesinato de Carlos Manzo es una herida que debería sacudir los cimientos del país. Pero si el gobierno federal continúa en la negación, si el Estado sigue justificando su parálisis bajo el discurso de que “todo está bajo control”, entonces México corre el riesgo de normalizar la barbarie.

El país no necesita más discursos. Necesita acciones, justicia y empatía. Porque si la muerte de Carlos Manzo pasa al olvido, entonces no solo habremos perdido a un alcalde, sino también una parte irrecuperable de nuestra dignidad nacional.

La historia juzgará a quienes, pudiendo actuar, callaron. Pero también nos juzgará a nosotros, si decidimos quedarnos inmóviles ante la evidencia de un país que sangra.
Carlos Manzo pidió ayuda. No la recibió.

¡Hoy su voz, nos reclama a todos!

About The Author

Maestra en Periodismo y Comunicación; directora de noticias, editora, jefa de información, articulista, reportera-investigadora, conductora y RP. Copywriter de dos libros sobre situación política, económica y narcotráfico de México; uno más artesanal de Literatura. Diversos reconocimientos, entre ellos la Medalla de plata por 50 Aniversario de Radio UNAM y Premio Nacional de Periodismo, categoría Reportaje.

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