Quien cambia dignidad por nombramiento, no gana un cargo, pierde el alma.
José Alberto Sánchez Nava (Columnista)
1. El escarnio público como termómetro político
Bernardo Bátiz, otrora figura respetada en el ámbito jurídico, vivió uno de los momentos más humillantes de su carrera durante un evento del Poder Judicial. El video es claro y demoledor: Abucheos, gritos de “¡hipócrita!” y una atmósfera que se volvió irrespirable.
No fue un incidente aislado ni espontáneo. Fue la expresión de un hartazgo colectivo ante la burda simulación que encarna su presencia en una elección que de democrática solo tuvo el nombre… y el acordeón.
2. Acordeones, no votos: La trampa de la voluntad popular
La escenografía electoral diseñada desde Palacio Nacional incluyó boletas, urnas y… acordeones con instrucciones precisas de por quién votar. No fue una muestra de ciudadanía participativa, sino una coreografía dirigida por el Ejecutivo para consolidar su hegemonía sobre el tercer poder de la Unión.
Bernardo Bátiz no fue electo por el pueblo, sino ungido por una línea de mando. El voto popular fue una pantomima, una burla a la inteligencia democrática.
3. Reforma judicial: El golpe final a la autonomía
La reforma judicial, aprobada al vapor y con “mayoría calificada” conseguida mediante la compra de lealtades y el canje de impunidades, fue la antesala del funeral del Poder Judicial autónomo. Con el despido masivo de sus integrantes, el país asiste al vaciamiento institucional más grave en décadas.
En su lugar, llegan rostros conocidos no por su imparcialidad, sino por su docilidad. Entre ellos, Bátiz, cuyo prestigio ha sido enterrado bajo los escombros de su lealtad ciega al expresidente.
4. De fiscal respetado a bufón palaciego
Hubo un tiempo en que Bernardo Bátiz fue símbolo de integridad legal. Hoy, es recordado como el cortesano que aplaudió cada arrebato autoritario de López Obrador. Su adulación constante, su silencio cómplice y su disposición a prestarse al juego de las simulaciones, lo han transformado en una figura trágica.
El abucheo que recibió no fue injusto; fue merecido. No por lo que fue, sino por lo que decidió ser.
5. El futuro manchado por un presente servil
La imagen de Bátiz abanicándose nerviosamente ante los reclamos, tratando de mantener una compostura que ya no le pertenece, resume el drama nacional: Un Poder Judicial que se arrastra, una democracia capturada, y una élite política dispuesta a prostituir la legalidad a cambio de control. La historia, que todo lo observa, no lo absolverá.
Conclusión:
Lo ocurrido con Bernardo Bátiz no es solo un episodio bochornoso, es un símbolo. Es el espejo en el que se refleja la degradación institucional que vive México.
La justicia, vestida con los harapos del autoritarismo, ha dejado de ser ciega: ahora, simplemente, no ve. Y quienes deberían defenderla, como Bátiz, prefieren aplaudir al verdugo antes que enfrentar la verdad.
Sigue en vivo la transmisión: Ceremonia de Reconocimiento a la Trayectoria Judicial – HONOR Y LEGADO EN LA JUSTICIA MEXICANA https://t.co/x8Ai7ikkuT
— CJF (@CJF_Mx) June 10, 2025

