La conferencia climática COP-29, recientemente realizada en Bakú, Azerbaiyán, para los ambientalistas fue desastrosa, lo que en general significa que para la gran mayoría de la humanidad reforzó la inocultable tendencia del fracaso del insidioso programa de descarbonización de la economía mundial; esto ya fue visible desde las dos conferencias anteriores de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC), realizadas en Dubái y en Sharm el-Sheij.
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En esencia, la “descarbonización” de la descarbonización
“Un desastre completo. La gente no puede estar dispuesta una vez más a aceptar la sentencia de muerte de las innumerables personas cuyas vidas fueron y serán arruinadas por la crisis climática. El texto está lleno de falsas soluciones y de promesas vacías”, sintetizó la activista sueca Greta Thunberg (Climainfo, 24/11/2024).
El motivo central de las lamentaciones es el mal llamado “financiamiento climático”, con el cual la militancia climática mundial cuenta para llevar a cabo el delirante plan de “transición energética” fincada en el abandono de los combustibles fósiles, cuyas principales opciones son las ineficientes fuentes eólicas y solares.
Para financiar la cornucopia, el aparato descarbonizador llegó a Bakú con una cuenta de nada menos que de 1 billón 300 mil millones anuales en recursos prácticamente a fondo perdido, que serán desembolsados esencialmente por los gobiernos de los países ricos.
No es sorpresa que para salvar las apariencias del fracaso y conceder un año más de vida a la pauta descarbonizadora, la declaración final de la conferencia especificó la cantidad de 300 mil millones de dólares, tentativamente, para finales de 2035, provenientes de “una gran variedad de fuentes, públicas y privadas, bilaterales y multilaterales, incluso, fuentes alternativas.”
Para Claudio Ángelo, director del Observatorio del Clima: “El acuerdo de financiamiento alcanzado en Bakú distorsiona la UNFCCCC y subvierte todo concepto de justicia. Con la ayuda de una presidencia incompetente, los países ricos consiguieron una vez más abandonar sus obligaciones y hacer que los países pobres paguen literalmente la cuenta (Climainfo, 24/11/2024).”
Tracy Carty, de Greenpeace International, toca la misma tonada:
Es una amarga decepción, 300 mil millones de dólares (anuales) es muy poco, muy tarde. Los países ricos llegaron a Bakú con los bolsillos vacíos y presionaron vergonzosamente a los países pobres a aceptar. Pero esa meta de financiamiento no viene con ninguna garantía de que no será entregada por medio de préstamos o financiamiento privado, en lugar de financiamiento público de subsidios que los países pobres necesitan desesperadamente.
Los temores de Carty se justifican, pues la mayor parte de los recursos desembolsados como financiamiento climático hasta ahora, en montos mucho menores que los propuestos en el marco del Acuerdo de París de 2015 (COP-21), se perfila como préstamos de instituciones privadas o multilaterales que tendrán que ser pagados por los países receptores. Lo que, evidentemente, no es lo que quieren los cruzados del clima.
El desaliento por las desviaciones de la descarbonización se hizo patente también en la carta abierta enviada por el Club de Roma, -uno de los propagandistas actuales de la ideología maltusiana contra el desarrollo- disfrazada de protección ambiental, al secretario ejecutivo de la UNFCCC, Simon Stiell, y al secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en la que se afirma sin medias tintas que las COP ya no atienden los propósitos que se pretendían. El texto reafirma la necesidad de que se reduzcan las emisiones de carbono en 7,5 por ciento anualmente, equivalente a 4 mil millones de toneladas. Y lamenta:
28 COPS nos entregaron el armazón político para alcanzar esa meta. Sin embargo, su estructura actual sencillamente no puede entregar los cambios a velocidad y escala exponencial, que son esenciales para asegurar un aterrizaje climático seguro (sic) a la humanidad. Esto es lo que empuja a nuestro llamado para la reformulación fundamental de la COP. Necesitamos un cambio de las negociaciones para su cumplimiento, que permitan que la COP entregue lo acordado y asegure la urgente transición energética y la eliminación de la energía fósil.
Para la corrección de rumbo que se pretende, los autores proponen las siguientes medidas:
- Perfeccionar la selección de las presidencias rotativas de las conferencias, conferidas a los países sede de cada año, excluyendo a los “países que no apoyen la eliminación/transición de la energía fósil.”
- Simplificar a favor de la velocidad y la escala, cambiando el énfasis de las negociaciones hacia la acción concreta: “Las reuniones de la COP se deben transformar en encuentros menores, más frecuentes y orientados hacia las soluciones, donde los países que relaten los progresos sean responsabilizados en línea con la ciencia más reciente y que se analicen soluciones importantes para las finanzas, la tecnología y la equidad.”
- Perfeccionar la realización y las responsabilidades, con la creación de “mecanismos para responsabilizar a los países por sus metas y compromisos climáticos.”
- Asegurar un robusto acompañamiento del financiamiento climático.
- Ampliar la voz de la ciencia con autoridad, con la creación de un cuerpo científico asesor en el ámbito de la COP.
- Reconocer las interdependencias entre pobreza, desigualdad e inestabilidad planetaria: “(…) Si la COP climática pretende ser más impactante, deberá reconocer que su ritmo actual de pérdidas naturales (por ejemplo, escases de agua potable, degradación de tierras y suelos, declinación de la polinización, contaminación oceánica) está afectando la estabilidad del planeta. Además, la estabilidad planetaria, ahora en grave riesgo, es imposible sin una acción decisiva sobre la igualdad, la justicia y el alivio de la pobreza.”
- Reforzar la representación equitativa, entre otras medidas, reduciendo o aboliendo la presencia de representantes de las empresas de combustibles fósiles en las conferencias.
En resumen, los signatarios están proponiendo:
El establecimiento de una estructura virtual de control policiaco para asegurar el cumplimiento de las metas de reducción de emisiones de cada país, verificadas por un cuerpo de tecnócratas debidamente preparados para la tarea. Algo en la línea de lo que ya fue propuesto décadas atrás por el hoy fallecido magnate canadiense Maurice Strong, uno de los cerebros del movimiento ambientalista internacional.
Entre los autores de la carta se encuentran personajes bien conocido en el medio catastrofista climático: Johan Rockstrom, director del Instituto de Potsdam para la Investigación de la Acción Climática (PIK) y el líder de los Guardianes Planetarios; Ban Ki-moon, exsecretario general de las Naciones Unidas; Christiana Figueres, exsecretaria ejecutiva de la UNFCCC; Hans-Joachim Schellnhuber, fundador del PIK, director del Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicado (IIASA) y asesor para asuntos climáticos del Vaticano.
Dos de ellos son de especial interés para los brasileños: Carlos Nobre, miembro de los Guardianes Planetarios y del comité director del Consejo Económico sobre Salud Planetaria de la Fundación Rockefeller, e Ilona Szabó de Carvalho, cofundadora y presidente del Instituto Igarapé.
Las atenciones se vuelven ahora hacia Brasil, anfitrión de la COP-30, así lo afirma la organización no gubernamental Climainfo (24/11/2024):
La desconfianza entre los países en relación con el mismo sistema multilateral será un desafío más para Brasil en la presidencia de la siguiente COP-30, que tendrá lugar dentro de un año en Belém (PA). Corresponderá a los negociadores brasileños restaurar la confianza entre los diferentes grupos de países y en el diálogo multilateral.
El texto cita también al director ejecutivo del WWF-Brasil, Mauricio Voivodic: “Como presidente de la siguiente COP, es fundamental que Brasil se coloque como protagonista de la viabilidad del 1,5C (límite de calentamiento), cobrando el aumento de la ambición de los demás países en todos los campos de negociación y dando el ejemplo.”
Sin embargo, a juzgar por el inocultable descalentamiento del programa del clima, de aquí a noviembre de 2025, pasará mucha agua por el río Guamá.