La parte del mundo que se autodenomina la mayoría global está harta del Occidente colectivo que dicta las reglas y de la minoría que gobierna a la mayoría. Ve que el orden mundial posterior a la Segunda guerra mundial agoniza y que el neoliberalismo y el neocolonialismo están muertos. El objetivo es desmantelar la hegemonía occidental. El Sur global se siente suficientemente poderoso para hacerlo, pero, también, está consciente de que será un proceso largo.
Gabor Stier*
Cerca de medio metro de nieve cubría la villa de Krasnaya Poliana, cerca de Sochi, donde 140 integrantes del Club Valdai de 50 países se reunieron en su conferencia anual, para intercambiar opiniones sobre las transformaciones del mundo. La región, que fue sede de las competencias de esquí y trineo “bobsled” en las Olimpiadas de invierno de 2014, ofrecía un escenario decididamente romántico para la reunión, que pintó una visión ideal del futuro, en contraste con el clima de Sochi y las palmeras de la costa.
Pero ni siquiera ese velo reconfortante consiguió esconder la terrible realidad de las rivalidades geopolíticas, los conflictos y las guerras crecientes, y las dificultades que el mundo enfrenta, entre ellas, el cambio climático y el ascenso espectacular de la inteligencia artificial.
La naturaleza cambiante del mundo, el cambio de orientación de Rusia, el de Occidente con respecto al Este y al Sur, se reflejó en la composición alterada del público en la conferencia del Club Valdai.
Hasta inicios de los años 2010, el tono lo establecían los especialistas occidentales y las figuras públicas de Estados Unidos, de Gran Bretaña, de Alemania y de Francia, además de los participantes rusos, en cambio ahora está dominado por personas de China, de la India, de Malasia, de Brasil y de África, con casi ningún analista del bloque Occidental.
Además de los cambios mundiales, esto se puede explicar en gran medida por el hecho de que el clima predominante en algunos países del mundo Occidental, con una rusofobia desenfrenada, implica que los especialistas en Rusia no se atreven a viajar a Moscú o Sochi, por miedo a posibles represalias.
El diálogo abortado
Así que el diálogo fue interrumpido no sólo en el nivel más alto -la elección de Donald Trump es una diferencia notable-, sino también en lo que toca a los especialistas y a las sociedades. Estamos en un punto semejante a la Guerra fría, sólo que en aquella época era básicamente la Unión Soviética la que retenía información de sus ciudadanos.
Ahora, el bloque occidental, que aún cree en su propia superioridad, está haciendo trucos neo-bolcheviques similares. Sería bueno bajar del pedestal, porque el mundo está pasando ante nosotros y esa visión encapsulada, desdeñosa y desubicada sobre gran parte del mundo está saliendo por la culata. Comprender los procesos globales es impensable sin entender el pensamiento fuera del bloque occidental, sin diálogo.
Esa parte del mundo conocida como Sur global cada vez se define más como la mayoría global, y cada vez es más consciente de sí misma, consciente de la política mundial y harta de la mentalidad de bloque, harta de ese pensamiento neoliberal y neocolonialista explorador que menosprecia la parte no Occidental del mundo. Ve la necesidad de hacer cambios fundamentales que reflejen un cambio en el equilibrio del poder. Los participantes de la conferencia acordaron: el modelo de desarrollo occidental está llegando a sus límites. Occidente sigue siendo un actor importante en un mundo multipolar, pero ahora es tan sólo un centro entre varios y no puede prevalecer ideológica, económica o militarmente. El ascenso tecnológico de China y la creciente importancia geopolítica de Eurasia (el “corazón continental” de Halford Mackinder) resaltan ese desarrollo. La otrora clara superioridad tecnológica de Occidente ya no es indiscutible.
Ven la necesidad de romper con la estructura jerárquica europea que dominó el mundo por medio milenio. Debemos romper con los viejos estereotipos, porque el mundo de las tradiciones europeas, claramente, ya no está funcionando y ni siquiera consigue resolver sus propios problemas.
Muchos creen que Occidente debe concentrarse en la solución de sus contradicciones internas, en lugar de empeñarse en mantener la hegemonía a toda costa. La situación en esta parte del mundo es revolucionaria: las desigualdades están creciendo constantemente y las élites están casi completamente desconectadas de las masas.
El BRICS como un instrumento de cambio
Es inevitable un nuevo equilibrio de poder, pues es la única forma de crear estabilidad y previsibilidad. También señalan que el mundo está mudando, pero no todo lo que compone el viejo orden está desapareciendo -quizá porque no se derriba una casa antes de construir la nueva. Hubo una concordancia de que el Sur global no quiere destruir el orden mundial, sino modernizarlo, adaptarlo a los nuevos desafíos y hacerlo más justo.
En ese nuevo orden mundial multilateral, y hasta polifónico, la mayoría mundial ya no ve al Occidente colectivo como un líder. El objetivo es desmantelar la hegemonía.
El Sur global ya se siente lo suficientemente poderoso para hacerlo, pero está consciente de que será un largo proceso. El BRICS es, quizá, la plataforma más importante para la construcción de un nuevo orden mundial, para presentar una opción que, como dijo un influyente político ruso, pueda mover el mundo hacia lo mejor.
Otros definieron el significado del BRICS como un club que no es una opción, sino un buen instrumento para el cambio. Puede tener éxito porque es diverso, no está paralizado por la necesidad de consenso y no está burocratizado. Como ya se destacó, no tiene ni sede ni un secretariado.
El Sur global se está convirtiendo en una voz y, más importante, se está tomando en cuenta en esta parte del mundo.
Por ejemplo, la visión del mundo china resalta que Pequín no busca hegemonía, no crea enemigos, sino alianza. No hace política por la fuerza, porque la contención es la llave de un sistema justo e imparcial. China no impone nada a los otros, porque cada uno sigue su propio camino. Los analistas chinos también dejaron claro que, aunque Estados Unidos se apegan a su hegemonía con uñas y dientes, esos días acabaron.
Rechazan la idea de que la democracia y la autocracia son opuestas y rechazan el calificativo de antioccidental que se le pone al BRICS.
El mundo es una gran familia
India cree que los principios de la Conferencia de Bandung (1955) todavía son válidos siete décadas después, que el mundo es una gran familia y que, entonces, tenemos un futuro y que todos estarán mejor si se cerrase la confrontación. La economía y el sistema financiero no se pueden usar como herramientas contra el otro lado. Tenemos que aceptar que el mundo es multipolar, así que tenemos que conversar unos con otros.
Los brasileños explicaron su cautela respecto a los países del BRICS. Afirmaron que esto se debe entender como consecuencia de la tremenda presión de Estados Unidos sobre su país, a causa de su adhesión al grupo.
Un conferencista malayo se hizo eco de sentimientos semejantes, al agregar que Washington también pidió a China que ejerciese una mayor contención. Sin embargo, observó que Gambia ya está contrariando a Estados y que los países que antes eran cautelosos ya no lo están escuchando. Esa confianza quedó clara también en los conferencistas africanos, que observaron que el mundo de la postguerra no está muerto, sino muriendo, y que África está cobrando importancia y que no es tan sólo un mercado, sino también un potencial.
El conferencista malayo también destacó que la terminología está cambiando y pidió la abolición del término Tercer mundo o la comparación entre desarrollados y subdesarrollados. Debemos reconocer, finalmente, que estamos hablando sobre la mayoría del mundo, cuyos valores no son peores que los de Occidente, dijo. Eso no es hostilidad hacia Occidente, y agregó que tan sólo estamos exigiendo más respeto por nosotros mismos.
La oferta de Putin es la cooperación
Los políticos rusos, en especial el presidente Vladímir Putin, recalcaron que la sociedad euroasiática está tomando forma y que la cuestión más importante hoy es si surgirá un orden mundial justo basado en las soberanías. La cooperación emergente en Eurasia puede servir de modelo para eso. El presidente ruso hizo también una oferta de cooperación a Occidente y resaltó que la formación de bloques en Occidente no conduciría a nada, mientras que la cooperación beneficiaría a todos.
De acuerdo con Moscú, el BRICS no se creó contra nadie ni quieren sustituir al dólar estadounidense, sino acabar con su papel excepcional en la sustentación de la hegemonía estadounidense. Rusia no quiere dejar las instituciones existentes -la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional ni el Banco Mundial-, ni tampoco a los países de la mayoría global. Pero, si Occidente se opone a la reforma de esas instituciones, se deberá crear un sistema paralelo. Moscú es escéptico en cuanto a la flexibilidad de Occidente, pero quiere evitar ese escenario de confrontación. Como resaltó un integrante del gobierno ruso, Estados Unidos no permitirá que nadie sea más fuerte que ellos. Responderán al ascenso de China, por ejemplo, obstaculizando y presionando a las instituciones internacionales, en lugar de aceptar la realidad.
Moscú está abierto a las negociaciones con Estados Unidos y con Europa -Eurasia incluye también a Europa-, pero en una base diferente, con respeto mutuo a las respectivas soberanías e intereses. Se sigue directamente que podemos esperar negociaciones difíciles, no sobre las transformaciones del orden mundial, sino también sobre el fin de la guerra de Ucrania.
*Periodista especializado en relaciones internacionales del semanario húngaro Demokrata e integrante del Club de debates de Valdai. Artículo publicado el 2 de diciembre en el sitio alemán NachDenkSeiten. El autor participó de la Vigésima primera reunión anual del Club de debates de Valdai en Sochi.
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