marzo 29, 2024

La Negra y yo, un sincero y dulce amor

La Negra y yo, un sincero y dulce amor

 

Bolivar Hernandez*

Existen relaciones que uno no desea y sin embargo sucede que uno termina aceptando esa relación.

Esto ocurrió precisamente con La Negra y yo.  Al principio yo no la quería y al final terminé aceptándola y queriéndola mucho.

Yo era muy joven y ella también, yo no estaba preparado para una relación así. Al principio me resistí bastante, pero al poco tiempo cedí, y la acepté.

La Negra iba conmigo a la universidad iberoamericana y me acompañó varias veces a mis ejercicios al aire libre en la Villa Olímpica. Fiel compañera.

La Negra era muy joven y vital, y me exigía salir a pasear todas las tardes. Yo la complacía plenamente.

Unos años después nuestras vidas cambiaron radicalmente

Un día llegó mi hija mayor a vivir con nosotros. Y La Negra no lo pudo soportar. Un mes después murió de tristeza, supongo yo.

La historia de La Negra es singular, era una perra de raza Labrador, con una inteligencia superior. No era ya una cachorra cuando llegó a mi vida.

Ella era la perra consentida de mi esposa, cuando era soltera. El iniciar nosotros una vida en pareja era necesario aceptarla en nuestro nuevo hogar. Cedí  a esa petición y acepté a La Negra, pese a mi desagrado a tener mascotas o animales de compañía en cautiverio.

La neurosis particular de mi padre hizo que nunca hubiera animales en nuestra casa, ni pájaros, ni peces, ni mucho menos gatos  y perros. Mi niñez transcurrió sin animales en mi casa paterna. Tampoco exigimos a nuestro padre que nos permitiera tener mascotas. Eso era inimaginable para sus cinco hijos.

En el fondo había una razón paterna para no permitir animales en casa, y era el concepto de la libertad de los animales y dejarlos vivir sin ninguna clase de domesticación.

Los cinco hermanos nunca tuvimos animales. En cambio nuestros hijos, sí.

Muchos años después, ya siendo un adulto…

Descubrí que tengo una alergia mortal a los gatos, a los pelos de los mini felinos. Varias veces sufrí ataques de asfixia por estar cerca de gatos en casas de amigos, que ameritó por la gravedad terminar en el hospital.

Para terminar con esta tierna y triste historia de La Negra, debo decir que al nacer mi hija Tania, La Tata, nuestra querida perra La Negra, murió de un modo inexplicable, ya que no estaba enferma ni mucho menos.

Durante mi larga soltería posterior al último divorcio, tuve algunas pretendientas con un defecto grave, tenían varios perros y gatos en sus casas. Y no contentas con eso, dormían en la misma cama rodeadas de sus mascotas, a quienes al despertar besaban en sus hocicos, según me confesaron ellas.

Los únicos requisitos que pido para establecer una nueva relación son dos: No hijos y no mascotas

Tengo muchos hijos, y no me apetece ahora volver a la era de pañales y biberones.

Por una extraña razón algunas de mis pretendientas me han dicho: Mi amor, quiero un hijo tuyo.

No les digo que no, simplemente les contesto: Dame tiempo.

De inmediato les consulto a todos mis hijos sí estarían dispuestos a ir a vivir con una señora que no conocen, y todos responden: No papá, ni locos que estuviéramos.

Así que si quieren tener un hijo mío esas galanas, la respuesta es que ellos no quieren eso.

¡Hasta pronto amigos con perrhijos y gatijos!, dichosos ustedes que pueden respirar pelos de animales domésticos, sin padecer alergias graves.

*La Vaca Filósofa

Imagen: Comfreak en Pixabay 

About The Author

Soy binacional México-guatemalteco, 77 años. Antropólogo, psicoanalista, periodista, ecólogo, ciclista, poeta y fotógrafo.

Related posts