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La muerte del banquero inglés, Evelyn de Rothschild a los 91 años, el 8 de octubre, tan sólo dos meses después de la reina Isabel II, de quien fue consejero financiero, es un irónico símbolo del derrumbe de los delirios imperiales del Reino Unido.
En su larga vida, además de los bancos de la conocida familia, Evelyn ocupó cargos fundamentales en la estructura del poder real británico: director de la red de periódicos de Lord Beaverbroock y de su sucesora, la Hollinger Corporation de Conrad Black, de la revista The Economist, y de remate de la extractora de diamantes De Beers y otras.
Desde el siglo XIX
La familia Rothschild ha sido uno de los pilares del sistema de poder real del Reino Unido, en el que la Casa de Windsor tiene un papel mucho más concreto que lo que generalmente se supone.
Íntimo de la monarquía, Evelyn fue durante décadas su vínculo con la City de Londres.
Para aumentar la carga de ironía histórica, la reina y su consejero se fueron del escenario en medio del vejamen político más grande de la historia británica, el mandato relámpago de la desastrosa Liz Truss, la Brevísima -sustituida por el ex canciller del Erario (ministro de Hacienda), de ascendencia india y, que al asumir el cargo juró sobre el Bhagavad Gita, libro sagrado de los hinduistas, y no sobre la tradicional Biblia del rey Jaime, como hicieron sus antecesores.
