diciembre 08, 2023

En las fiestas decembrinas, la austeridad franciscana de mis padres era proverbial

En las fiestas decembrinas, la austeridad franciscana de mis padres era proverbial

Bolivar Hernandez*

Recuerdo que me convertí  en un soltero por decisión propia, y desde el año 2006 me mantengo con ese estado civil. Recién divorciado, llegaron la fiestas decembrinas del año 2006, y mis amigos decidieron que yo no debería pasar solo esas fechas tan especiales, y elaboraron una lista para pasar conmigo la Nochebuena o el Año Nuevo en los años subsiguientes.

Debo decir que no fue una iniciativa mía ni mucho menos. Durante mis matrimonios me escapaba de esas fechas obligadas para pasarla en familia, y me iba al mar, un mes, junto a mis hijos y pareja en turno.

Volvía en enero a la Ciudad de México, con un bronceado natural, y con mi familia muy felices y contentos.

Desde niño, en mi casa materna

No celebrábamos ninguna fiesta de estas tradiciones cristianas, no poníamos ni árbol de navidad ni mucho menos el nacimiento. No se acostumbraba entonces el pavo relleno, y tampoco había regalos envueltos en papel colorido, ni juguetes ni ropa nueva.

La austeridad franciscana de mis padres era proverbial.

Pues bien, esa primera navidad en solitario suscitó inquietud entre mis amigos:

¿Cómo es posible que el Boli no tenga una reunión familiar y una cena navideña?. Y de inmediato se organizaron para subsanar aquello, que yo no pedí ni deseaba.

Le tocó a mí amiga Cristina, francesa, historiadora connotada, y excelente anfitriona, junto a sus dos  hijos, perros y gatos, hacer una cena memorable para mi. No pude rehusar la invitación.

Me presenté temprano en la casa de Cristina, el día 24 de diciembre del 2006. Fui recibido cariñosamente por todos ellos. Observé el tremendo árbol navideño, decorado con esferas multicolores y series de foquitos titilantes; al pie del árbol había muchos regalos apilados, y pude percatarme que había regalos con mi nombre en una etiqueta.

Era una sorpresa y una incomodidad, porque no deseaba nada de eso, sin saber aún sus contenidos.

Anrita1705

En la cena

El pavo gigantesco ocupaba el centro de la mesa, y otros platillos con ensaladas que rodeaban aquel animal horneado y rellenado con diversas cosas deliciosas.

No como nada de carne, ni nada de origen animal, salvo huevos y quesos. Comí ensalada navideña, y bebí una copa de champán, que por cierto no me agrada nada.

Animé la reunión con una charla divertida, llena de anécdotas graciosas, y cumplí con mi papel de invitado de honor.

Salí a la media noche de casa de Cristina, cargado de regalos que tuve que abrir ante la petición de los hijos de Cristina. Y emprendí el largo trayecto hacia mi casa, a pie. No había un solo taxi circulando por la colonia San Miguel Chapultepec y yo vivía por los rumbos de la colonia Condesa, a unos tres kilómetros de ahí.

Fue la última vez que acepté un agasajo navideño para que no me sintiera solo y triste. Yo disfruto más la soledad y festejar a mi manera o no festejar nada. Hoy recordé a mi querida amiga Cristina, quien murió al poco tiempo después de aquella cena decembrina, debido a un derrame cerebral inesperado y a temprana edad.

Ahora, junto a mis hermanos, en este año nuevo cenaremos temprano, algo ligero para no molestar a un hombre mayor como yo, con una digestión lenta. ¡Feliz año nuevo a todos mis lectores!

*La vaca filósofa.

Fotos: Daria-Yakovleva/Anrita1705

About The Author

Soy binacional México-guatemalteco, 77 años. Antropólogo, psicoanalista, periodista, ecólogo, ciclista, poeta y fotógrafo.

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