Anno Hellenbroich, desde Wiebaden* Quien lee y escucha en estos días las reacciones agitadas de algunos medios de comunicación o a los dirigentes políticos sobre la situación de la guerra en curso, tiende a deprimirse. ¿A dónde conducirán los interminables pedidos de más armas y municiones en apoyo a la lucha defensiva de los ucranianos, ante el enorme número de víctimas de guerra, entre muertos, heridos y refugiados? En Alemania, a pesar de que casi 750 mil personas han firmado, el último llamado a la paz de la periodista Alice Schwarzer, directora de la revista femenina Emma, y Sahra Wagenknecht, diputada federal del partido La Izquierda (Die Linke), el cual pide más iniciativas diplomáticas, ha sido sencillamente ignorado. Y este no es el único llamado público que se margina en los últimos meses.
El ex brigadier general Erich Vad, exasesor de Angela Merkel, uno de los oradores de la gran manifestación por la paz organizada por Schwarzer y Wagenknecht en Berlín, hace dos semanas, señaló el peligro de que “Occidente” no haya definido claramente sus objetivos de guerra en apoyo de Ucrania: algunos afirman que debería haber una victoria sobre Rusia (la potencia nuclear más grande del mundo), otros afirman que “Ucrania no debería perder.” Pero voces como las de ellos se ponen en segundo plano o, peor, son difamadas y se convierten en blanco de ataques personales. En la biblioteca de mi abuelo, nacido en 1874, había una antigua edición de las tragedias del escritor griego Sófocles. En su obra “Antígona”, una tragedia sobre la ley, representada ante Creonte, rey de Tebas, y que se trata de un “acto de la conciencia,” personificado este por Antígona, que violó la orden de Creonte de dejar insepulto el cadáver de su hermano Polinice, encontramos los versos que desembocaron en la conocida expresión anglosajona: los dioses primero enloquecen a los que quieren destruir.
En un compendio moderno de citas traducido por Muriel Kasper en 2020, el pasaje correspondiente en alemán dice: “Die, die Gott verberden Will, die schlägt er zuerst mit Wahnsinn” -aquellos a quien Dios destruirá, primero los golpea con la locura. Dictado que viene a la mente cuando se considera la actual situación de guerra estancada en un impasse. Es difícil imaginar cómo se podría encontrar el fin de este conflicto, que corre el peligro de convertirse en una guerra mundial. Sin embargo, un hábil escritor, el profesor de la Universidad de Rhode Island Nicolai Petro, osa hacer una reflexión perspicaz en su voluminoso libro “La tragedia de Ucrania: lo que la tragedia griega clásica nos puede enseñar sobre la solución de conflictos.” (*) En un ensayo para la editorial De Gruyter, escribe:
La tragedia, en la Atenas clásica, tenía una función terapéutica y curativa. Permitía que los atenienses se confrontarán con los miedos y los odios más profundos y superarlos por medio de la catarsis, un cambio de corazón. Una ‘comisión de reconciliación’ podría asumir la función de la antigua tragedia e influenciar los acontecimientos de Ucrania.
Con las cosas así, las medidas diplomáticas serias que pudieran llevar al cese al fuego se deberían acompañar de una comisión de reconciliación que, a largo plazo, ayude a superar el odio históricamente creciente entre las naciones hermanas en esa guerra sustituta.
Petro, Nicolai N, The Tragedy of Ukraine: What Classical Greek Tragedy Can Teach Us About Conflict Resolution, Berlín, Boston: De Gruyter, 2022. Nicolai Petro fue subconsejero de Política sobre la Unión Soviética del Departamento de Estado del gobierno del presidente George H.W. Bush (1989-1993). Es profesor de Política Internacional Comparada, Estudios de Paz y No violencia de la Universidad de Rhode Island. Sus artículos se pueden encontrar en su sitio personal de internet: (https://www.npetro.net/2.html)
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