Los medios de comunicación nacionales y extranjeros, insisten en presentar al presidente de Brasil, Lula da Silva como un gran líder emergente, o sea la punta de lanza del Sur Global. Sin embargo, la realidad es otra: Lula nunca ha liderado realmente y nunca ha tenido un proyecto político autónomo. Con un discurso simplista (reflejo de un vocabulario limitado), siempre ha sido una pieza manipulada por los intereses ajenos.
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Él es, esencialmente, un producto mediático, una construcción que engaña a los desorientados y a los más vulnerables. Sus aliados en la prensa son conscientes de las limitaciones cognitivas y morales del Presidente, pero siguen apoyando a esta figura que acumula fracasos innegables -sobre todo en diplomacia internacional y en política económica- que han causado desastres resonantes.
En el contexto del BRICS, Brasil, bajo el liderazgo de Lula da Silva, intentó transformar el bloque de un foro económico en un mecanismo de impugnación del orden internacional liderado por Estados Unidos. Esta estrategia, sin embargo, fue confusa y despojada de una visión clara. Para empeorar las cosas, la postura brasileña en la última reunión del Foro Económico Mundial, expuso una explícita sumisión a los intereses de los demócratas estadounidenses.
No hay noticias de eso
La política exterior de Lula a menudo prefiere los gestos simbólicos en detrimento de las ganancias concretas para la economía y la geopolítica nacional. Un ejemplo de ello son las numerosas negociaciones que no logran proteger los intereses estratégicos de Brasil. Si bien el discurso de Lula da Silva sobre el liderazgo en el Sur Global se hace eco de algunos principios de soberanía y cooperación Sur-Sur, en la práctica carece de sustancia. Brasil no tiene una base económica robusta ni una élite política comprometida con la construcción de un proyecto nacional que trascienda ideologías o intereses inmediatos.
A pesar del tono grandilocuente de sus discursos, la conducta diplomática del actual gobierno carece de claridad y de objetivos definidos. Esto debilita el papel de Brasil como líder confiable en el Sur Global y a menudo revela la sumisión a los intereses de potencias externas o la búsqueda de un protagonismo vacío, sin resultados concretos.
De esta manera, Brasil parece ser atropellado por la historia, incapaz de asumir el protagonismo que tanto desea. Cada década, el país queda hecho jirones, mientras que el discurso del liderazgo global sigue siendo una promesa inalcanzable.
La élite brasileña no parece entender que el liderazgo de EU está en declive
Que el mundo multipolar ya está tomando forma y que la desglobalización es una realidad. Incluso el Foro Económico Mundial (FEM) ha reconocido este escenario y ya señala el papel de las “potencias medias” —como Brasil, Turquía y Corea del Sur— como agentes fundamentales en el equilibrio mundial. Según este punto de vista, estas naciones podrían actuar como “fuerzas compensatorias”, mitigando las tensiones entre las superpotencias. Sin embargo, para que esto suceda serían necesarios avances en diplomacia, innovación, resiliencia económica y autonomía frente a las presiones externas.
Sin embargo, esta visión es idealista e ignora las limitaciones estructurales de estas potencias medias, entre ellas las debilidades institucionales, las desigualdades económicas y la falta de preparación de sus élites políticas para navegar en un mundo sin liderazgos definidos. Aun así, el WEF ya se ha dado cuenta de que el orden global basado en reglas se está derrumbando.
Sin una verdadera soberanía y autonomía, el papel de “fuerza compensatoria” asignado a estas naciones no es más que una ilusión. En lugar de ejercer una influencia transformadora, estas potencias medias corren el riesgo de perpetuar una inserción subordinada en el sistema global, especialmente frente a las pretensiones del Foro Económico Mundial y de la ONU de reformar el multilateralismo.
Si Brasil estuviera realmente comprometido con su independencia, hoy podría proponer e imponer puntos en una agenda a largo plazo, aprovechando su posición en el escenario internacional. Pero Lula nunca lideró Brasil, ni el Sur Global. En cambio, ha entregado los intereses nacionales a potencias extranjeras, vendiendo nuestra riqueza y enriqueciéndose en el proceso.
De hecho, el mundo multipolar está emergiendo y requiere un liderazgo genuino, como a menudo afirma ser Brasil. Sin embargo, Lula no es un líder del Sur Global, es el Pinocho del Sur Global.