El nuevo modelo de comunicación presidencial
Con el fin de alcanzar los objetivos planteados en el proyecto de la Cuarta Transformación Histórica (4-T) del país el gobierno del ex presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el partido MORENA formularon a principios de 2018, la necesidad de crear otro modelo de comunicación social que actuara como un parteaguas para sepultar el viejo prototipo de difusión de control político instrumentado por los gobiernos anteriores basados en el arreglo económico entre los concesionarios o propietarios de los medios y el convencional Estado mexicano.
Javier Esteinou Madrid
Mediante ello, se establecería otro “pacto comunicativo” entre empresas de comunicación, sociedad y gobierno para acceder a una nueva relación más justa y equilibrada entre las partes.
Dentro del conjunto de elementos fundamentales que constituyeron este nuevo paradigma estratégico de difusión gubernamental, destacó la crítica frontal que el primer mandatario desplegó sistemáticamente contra los canales privados de comunicación masiva por considerarlos instituciones adversarias hacia el proyecto de gobernabilidad del régimen de la izquierda nacionalista en México
La justificación oficial
La argumentación central que utilizó el ex presidente López Obrador para encarar al sistema de comunicación fiscalizador fue que esta estructura mediática embestía constantemente la actuación de su administración. Así, afirmó en diversos momentos de su gestión que él había sido el mandatario más atacado desde la gestión del presidente Francisco I. Madero, y el Ejecutivo más agredido en los últimos 100 años. Desde los tiempos de Madero “no se tenía una prensa tan tendenciosa, golpeadora y defensora de grupos corruptos, que se dedica a mentir constantemente” (Martínez, 2021).
Aseguró que fue víctima de una campaña de desprestigio, de una “guerra sucia”, que con falsedades, engaños y manipulación cuestionaron y desacreditaron su programa de la Cuarta Transformación. Con sus mensajes ellos pontificaban, ellos juzgaban y destruían.
Fundamentado en el postulado que sostenía que las informaciones transmitidas por los medios privados se utilizaban para deshonrar al gobierno de la 4-T, AMLO planteó la necesidad de responder a los consorcios particulares de comunicación masiva a través de la creación de un “dialogo circular”, implementado mediante la “Conferencia Mañanera” presidencial, diversos recursos de divulgación como las “benditas redes sociales” y los principales canales de difusión de Estado (Aguirre, 2022).
Así, ratificó que tenía que defenderse de tales embates descalificadores causados por el poder mediático conservador que orientaba la vida subjetiva de la población, produciendo otros contra mensajes defensivos vía la infraestructura de comunicación del Estado y las redes socio digitales, ya que la calumnia cuando no mancha, tizna.
El juicio del Estado
Apoyado en esta escusa victimista el régimen lopezobradorista estableció de 2018 al 2024, una tensa relación con los principales medios de difusión privados que cuestionaron su administración. Mediante tal posicionamiento presidencial por conducto de las conferencias matutinas, AMLO introdujo un profundo cambio en la relación existente entre el Poder Ejecutivo y los canales de información en México.
El corazón de este nuevo vínculo institucional entre el sistema de comunicación tradicional y la presidencia de la República se cimentó en la oratoria populista que formuló que todo aquel medio de información, comunicador, institución o ciudadano que no se alineara a su “forma de pensar” y se negara a decir o deliberar lo que él y su partido querían, serían tachados de opositores reaccionarios contra el progreso de la “Reconstrucción Nacional”.
Incluso, si los cuestionamientos que se efectuaban para mostrar otra realidad, o diagnóstico se apoyaban en los mismos datos formales que el gobierno reportaba a través de sus páginas oficiales, serían calificados por el régimen como conservadores que se oponían al avance de la Cuarta Transformación. En suma, toda aquella persona, grupo o sector que no pensara como el líder moral de MORENA, era automáticamente considerado su enemigo (González, 2025).
De esta manera, a través de sus múltiples “Conferencias Mañaneras” y otros espacios públicos, López Obrador construyó una narrativa defensiva de su mecánica de conducción nacional enjuiciando reiteradamente a los medios de comunicación particulares que disintieron de su proyecto de gobernabilidad como representantes de la “mafia del poder”, “voceros de la oligarquía”, “organismos conservadores”, “emisarios del pasado”, “empresas zopilotes”, “instrumentos de presión política”, “Fobia anti AMLO”, “canales deshonestos”, “instituciones chantajistas”, “medios neoliberales”, “difusores facciosos”, “infraestructuras neoporfiristas”, traficantes de influencias”, “canales carroñeros”, “medios corruptos”, “consorcios sensacionalistas”, “diarios fifís”, “periodismo del hampa”, “prensa vendida”, “pasquines inmundos”, “periódicos alquilados”, “buitres de la comunicación”, “prensa manipuladora”, “comunicación inmoral”, “periodismo hipócrita”, etcétera.
En el mismo sentido, a los conductores, locutores o comentaristas de los medios de transmisión comerciales que mantuvieron posturas disidentes hacia su jefatura los catalogó como “delegados del viejo régimen”, “informadores alquilados”, “golpeadores mediáticos”, “fantoches”, “sabelotodos”, “mienten como respiran”, “periodistas chayoteros”, “mercenarios del periodismo”, “voladores de notas”, “plumas de mala entraña”, “redactores maiceados”, “periodistas de ´mala fe´”, “informadores amarillistas”, “obnubilados”, “paleros”, “comunicadores mafiosos”, “articulistas tendenciosos”, “periodistas espurios”, “doble cara”, “tendenciosos”, “!sacaron el cobre¡”, “¡chayoteros que muerden la mano a quién les quitó el bozal!”, en tono sarcástico “paladines de la independencia y la honestidad”, etcétera.
Tal acción de bullying presidencial contra los informadores discrepantes, en algunos momentos, desató en los adeptos del lopezobradorismo la generación de múltiples ataques a la comunicación independiente a través de las redes socio digitales bajo títulos como PrensaProstituída, Prensa Sicaria, Prensa Chayotera, o hashtags como #PrensaFifí, #Chayoteros, #NoMásMentiras, #BenditasRedesSociales, #PrensaCorrupta, #HampaDelPeriodismo, #AMLOvers, etcétera, para presionar a tales profesionales, sus familiares y sus instituciones.
Esta retórica descalificadora hacia los procesos de comunicación críticos fue coronada con la expresión: “¡Lo que no suena lógico, suena a metálico!” (Animal Político, 25 de septiembre de 2020).
¿Quién es quién en las mentiras?
Para reforzar este modelo de difusión política justicialista el Poder Ejecutivo inauguró el 30 de junio de 2021 en la Conferencia Matutina presidencial la sección “Quien es Quien en las Mentiras”, cuyo objetivo fue enjuiciar públicamente a las empresas de difusión críticas, a los organismos fiscalizadores y a los comunicadores contestarios que difundieron notas informativas que se consideraron “incomodas” para el gobierno, o que fueran realizadas con “mala fe”.
Según AMLO la finalidad de esta sección sería crear “una plaza pública en la que se discutiría libremente sobre la información que publican a diario los medios de comunicación. Este segmento estaría destinado a dar a conocer las mentiras que se difunden en medios de información convencionales y también en las redes para que se cuente con información, con elementos que permitieran tener cada vez más una ciudadanía muy consciente, no susceptible de manipulación, que prevalezca siempre la verdad, que es la que nos hace libres. Nada de mentiras, que exista la ética en el periodismo, que este noble oficio sea un imperativo ético. Que se asuma la responsabilidad de respetar a la gente, no se puede mentir impunemente”.
Dentro de este contexto, el primer mandatario sostuvo que debido al “predominio de la política neoliberal o neoporfirista, en los últimos tiempos, la mentira en los medios se convirtió en una constante donde no existía derecho de réplica. Ahora sí hay réplica, se garantiza el derecho a la información, sin censura. Hay libertades plenas y esto es muy bueno para consolidar la democracia […] Imagínense, tocar a los intocables. Nada más ellos podían cuestionar y hasta destruir la dignidad, la moral y el prestigio de las personas, porque eran el cuarto poder. Ahora, es distinto, pues cualquier ciudadano tiene el derecho de expresarse libremente y, aunque se den abusos, es mejor la libertad que la censura y sobre todo que exista debate para que se pueda mejorar la vida pública. Nadie debe sentirse ofendido, pues por encima del interés personal, por legítimo que sea, siempre debe estar el interés general, el interés colectivo.
Mediante la aplicación de tal ingeniería confortativa de AMLO hacia las empresas particulares de difusión y sus comunicadores respectivos, especialmente por medio de las conferencias matutinas, se instrumentó un cambio en la relación establecida entre el poder político y los medios de comunicación en México. Con dicha dinámica mediática, se produjo una triple acción en el espacio público:
Por una parte, se incrementó la presión gubernamental sobre la rendición de cuentas de los medios de difusión particulares ante el Estado; por otra, se practicó una coerción contra la libertad de expresión en México; y finalmente, por otra parte, se creó un espejismo social cuyo reflejo generó la mentalidad que la verdad solo la difundía el gobierno de la 4-T y no los medios privados de difusión u otras infraestructuras de información que mentían.
El acoso presidencial mediático contra los periodistas, los medios de difusión independientes y los sectores disidentes no solo desacreditó sus mensajes discrepantes, sino también fortaleció la narrativa angular del modelo de gobernabilidad de la “Nueva Esperanza Social” cimentada en la dicotomía maniquea de la lucha del “pueblo bueno vs. la élite corrupta” en México.
Las consecuencias
El peso cultural de este tejido comunicativo oficialista del “Movimiento de Reconstrucción Nacional” sobre los campos de conciencia de la población, no sólo reforzó mentalmente la dinámica de gobernabilidad del régimen; sino también creó un país identitaria y sensiblemente roto y enfrentado entre sí. En lugar de edificar una sociedad integrada bajo un nuevo proyecto de gobernabilidad universal incluyente para todos los mexicanos; produjo a lo largo de un sexenio mediante el uso de un lenguaje maniqueo de simplificación de la complejidad social, una nación severamente polarizada, dividida, desconfiada y peleada consigo misma. Dicha insólita carga semántica operó como el nuevo cemento ideológico-emocional que permitió darle una firme cohesión subjetiva y afectiva al proyecto de la Cuarta Transformación de la República.
Así, a través de la inculcación masiva de este insólito “capital cultural” autodenominado la “Revolución de las Conciencias” se creó una nueva mitología colectiva sectaria donde sus opositores y proyectos quedaron ridiculizados y contrapuestos entre sí en múltiples niveles del funcionamiento social. Por ejemplo, en el terreno político, se encararon “republicanos vs. neoporfiristas”; “demócratas vs. autoritarios”; “soberanía nacional vs. intervención foránea”; “patriotas vs. neoliberales”; “democracia popular auténtica vs. INE corrompido”; “pueblo sabio vs. mafia del poder”; “reforma política vs. contrarreforma reaccionaria”; “Estado transparente vs. INAI simulador”; “militancia del pueblo vs. partidos putrefactos”; “comunidades organizadas vs. ONGs corruptas”; “fieles proselitistas vs. críticos traidores”; “mayorías marginadas vs. minorías privilegiadas”; “datos del pueblo vs. INEGI manipulador”; etcétera.
En el ámbito económico, quedaron enfrentados progresistas vs. conservadores; soberanía nacional vs. intereses extranjeros; austeridad republicana vs. cínicos consumistas; transformadores vs. emisarios del pasado; reforma energética popular vs. entreguismo corporativo; patriotas vs. tecnócratas; etcétera.
En el orden ético, se hostilizó la “economía moral vs. empresarios explotadores”; “pueblo bueno vs. aristocracia ladrona”; “honestos vs. bandidos”; “humanismo moral vs. política tecnocrática”; “bondadosos vs. ambiciosos; “decentes vs. trácalas”; “honorables vs. sucios”; etcétera. En el capítulo jurídico, fue careada la ´Ley del Honorable Rey´ vs. la doctrina constitucional caciquil”; “justicia social vs. derecho de la oligarquía”; “gobierno popular legítimo vs. organismos autónomos”; “justicia popular vs. legalismo burgués”; “derechos colectivos vs. derechos individualistas neoliberales”; “legisladores del pueblo vs. legisladores corporativos”; “comunidades sin justicia vs. redes tóxicas del poder judicial tradicional”; etcétera.
En la esfera social, se polarizaron “chairos vs. fifís”; “empleados pobres vs. cajamanes”; “solidarios vs. aspiracionistas”; “indigentes vs. señoritingos”; “morenos vs. güeros”, “República amorosa vs. anteriores gobiernos violentos”; “trabajadores humildes vs. machucones”; “gente sencilla vs. pirrurris”; “desamparados vs. encumbrados”; “verdadera lucha social vs. feminismo liberal globalizador”; “ambientalismo popular vs. pseudoambientalistas “fifís”; “red social directa vs. intermediarios manipuladores”; etcétera. En el rubro educativo, se retó el “esfuerzo social vs. meritocracia neoliberal”; “cálculo popular vs. matemáticas neoliberales”; “diagnósticos nacionales con ´otros datos´ vs. estadísticas institucionales cuchareadas”; “educación humanista vs. universidad neoliberal”; “civilización mexicana vs. modernidad capitalista”; etcétera.
En el quehacer comunicativo, se contrapunteó “informadores virtuosos vs. chayoteros”; “benditas redes sociales vs. prensa vendida”; “reporteros transparentes vs. mocheadores”; comunicación directa vs. manipulación mediática”; “sentimientos populares vs. opinión publicada”; “independientes vs. paleros”; “periodismo de base comunitaria vs. informadores de élite”; “comunicación independiente vs. comunicación empresarial”; etcétera. En el plano cultural, se yuxtapuso “sabiduría popular vs. ciencia neoliberal”; “pueblos originarios vs. proyectos coloniales post modernos”; “Sur olvidado vs. Norte neoliberal”; “México del pasado vs. México tecnocrático del futuro”; “ciencia occidental vs. saberes comunitarios”; “nación profunda vs. país globalizado”; etcétera.
La irradiación persistente de dicho nuevo capital cultural populista generó profundas heridas mentales y emocionales en la identidad y en los sentimientos colectivos de los pobladores de nuestra nación. Fracturas psico-emocionales causadas por la propaganda oficialista que erosionaron o anularon el dialogo colectivo avivando el resentimiento, el fanatismo, el recelo, la venganza milenaria y el odio de clase entre los ciudadanos, y cuyo bagaje ideologizante sembrado masivamente, de forma consciente e inconsciente, durante un largo periodo cotidiano en la vida comunitaria; tardará muchos años en desintoxicarse o limpiarse de su carga agraviante y descalificadora en la conciencia nacional para reconstruir otro tejido subjetivo generalizado que aporte mayor armonía y civilidad para la convivencia humana en la República. (Continuará)