marzo 29, 2024

¿Por qué he estado en tantos lares?

¿Por qué he estado en tantos lares?

Bolivar Hernandez*
El lar es un sitio dentro de la casa para encender el fuego, es la cocina. Y en la mitología Romana, los lares protegían a la familia. La historia de ahora tiene que ver con las cocinas donde he comido toda mi vida.
Fueron muy pocos años los que comí en mi hogar paterno. Y hay un antes y un después de haber comido los alimentos preparados por mi madre, y fue un periodo no mayor de diez años.
La azarosa vida que me tocó vivir, hizo que tuviera la necesidad de tomar los alimentos en diversos sitios ajenos al hogar. Han sido incontables las cocineras y los cocineros que han cocinado para mi a lo largo de los años.
Los restaurantes, las fondas, los comederos, las tascas, los fogones, son una parte muy importante de mi vida adulta.
Si sumamos los años que he comido en la calle con respecto a los años que comí en mi casa con mis parejas, han sido mucho más los años que he sido cliente de negocios de comida.
Ahora mismo estoy escribiendo este texto desde un restaurante en la Ciudad de Guatemala, del cual soy ya un cliente frecuente.
Como antropólogo que soy, he realizado un sin fin de investigaciones de campo, que me obligaban a comer en una humilde choza campesina o en pequeñas y modestas fondas de pueblo.
Como ya lo he relatado en otra parte, los sitios donde peor he comido han sido en el internado público y en las incontables casas de estudiantes que tuve como residencia durante mis estudios universitarios.
Durante mi función como empleado federal de alto nivel
Era necesario realizar todas las comidas fuera de casa, por los compromisos adherentes al cargo, por ello desayunaba, almorzaba y cenaba en la calle.
Fueron más de treinta años asistiendo a restaurantes siendo funcionario público; obviamente, disponía de un viatico o partida presupuestal para solventar ese gasto cotidiano.
Es importante advertir que algunas de mis compañeras de vida eran buenas cocineras, muy pocas, la mayoría no. El colmo fue una de mis ultimas esposas, que no cocinaba nada, no le gustaba cocinar, y contrató a una buena cocinera para que me atendiera en ese aspecto, y la señora, es decir mi ex, le encargó a la cocinera que me cebara como un cerdo para engordarme y que perdiera atractivo físico y no fuera yo tentación para otras mujeres.
Antes de terminar hecho un marrano, decidí terminar la relación con un divorcio a la italiana, con muchos gritos y sombrerazos.
Foto: ivanovgood
El largo periodo de soltería deseada
Que se prolongó más de una década, hasta que apareció en mi horizonte la señora bonita de Puebla, siempre comí en varios restaurantes del Centro Histórico de la Ciudad de México, donde tengo una mesa reservada para mi, y las meseras me conocen y se dirigen a mi por mi nombre de pila.
Sanborns de Los Azulejos, Los Bisquets de Obregón, sucursal Madero, Café Regina, Café Jequemir, Café Toscano de la Condesa, Cafebreria El Péndulo de la Condesa, Restaurante Dzib en el centro histórico de la Ciudad de México, Casa de Toño de Bolivar (la calle) y otros.
Y en Ciudad de Guatemala asisto con regularidad a Los Cebollines (dizque mexicano),  San Martín, y La Patsy.
He invertido un gran capital económico en comer en la calle, lo necesito, ya es un rito cotidiano.
Durante mi estancia en Santiago de Chile
También comí mucho en la calle, y tomaba café en los famosos cafés con piernas, sitios estos donde las meseras detrás de la barra sirven los cafés usando minifaldas y grandes escotes. Café Haití, se llama esa cadena famosa de cafés con piernas.
Lo destacado de esta historia de este hombre con ritos particulares en torno a la comida, es que nunca me he enfermado del estómago comiendo en la calle. Tengo un estómago de acero, sin duda.
Una anécdota final, para Navidad y Año Nuevo, las meseras se preocupan demasiado por mi, al saber que cenaré solo en un restaurante, y muy temprano, para irme a dormir como si fueran días normales, y lo son.
¡Hasta pronto amigos sin hogar!, y que comen fuera de sus casas, les digo que no pasa nada extraordinario al tomar alimentos callejeros.
*La vaca filósofa.
Fotos: Trinity_Elektroroller/ivanovgood

About The Author

Soy binacional México-guatemalteco, 77 años. Antropólogo, psicoanalista, periodista, ecólogo, ciclista, poeta y fotógrafo.

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